Mariposas






Con besitos de azúcar creció a mi alrededor.



Cariñosa y juguetona, me perseguía, me buscaba, jugaba a ser mayor. Yo me sentía feliz aunque sabía que aquello pasaría, el sueño tenía fin. No sé cómo, ni de qué manera, sólo sé que desperté.



La metamorfosis, sin embargo, fue paulatina. Yo cada vez jugaba menos con ella y ella poco a poco dejó de buscarme, hasta el día en el que me di cuenta de que me faltaba algo. La busqué. Intenté retomar aquél pasado que ya no volvería, hasta que comprendí que era absurdo. En su lugar se instaló alguien que yo no conocía, es más, ni ella misma se conocía. Traté de conciliarme con esa nueva imagen que se iba creando, pero a veces era tan difícil que mis fuerzas flaqueaban. Busqué nuevas fórmulas en mi desesperada intención por reencontrar la relación de ternura perdida, pero este esfuerzo no me producía más que sinsabores. Desesperada me dejé llevar y me abandoné a la providencia anhelando la huella de la seda en mi piel y un día... no sé cómo, ni de qué manera, me pareció vislumbrar un suave tacto revoloteando a mi alrededor. Era la misma piel sedosa de antaño, un perfume conocido me embriagó y vi el aleteo de unas alas queriendo volar a mi lado, muy cerca de mí, buscando fuerzas para poder emprender un vuelo en solitario pero bajo el tibio empujón de mis manos, y la empujé.



El gusanito era ya una bella y libre mariposa.

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