Como el folio en blanco, como el lienzo antes de pintarlo. La materia pura, limpia, comienza a modelarse. Miro sus manos, las manos expertas de quien sabe bien lo que hace. En ellas la masa informe se moldea, se crea una simbiosis única en la que ambos, creador y materia, son partícipes de un baile en el que paso a paso los movimientos rítmicos, marcados y calculados al milímitro consiguen transportarlos a un mundo íntimo. Yo, como espectador que asiste al baile, observo el cambio que poco a poco se va sucediendo y me invade un placer inusitado al ver la obra final. El baile ha terminado.

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